Un paseo por mi mundo de pasiones creativas. El laberinto mas lleno de arte y escritura en el que estoy a diario.
Cuando era chica amaba dibujar. Lo dibujaba todo, bajo la mesa, en papelitos, en cuadernos, en todos lados. Era una de mis cosas favoritas. Nunca me consideré una persona creativa, no podía dibujar nada que fuese 100% producto de mi imaginación, algo que fuese original, sin embargo dibujaba sin pensar en eso.
Mis dibujos fueron en principio una copia de otros. Me encantaba copiar y después modificar las cosas a mi manera. En aquel entonces (nací en 1976) no existía la palabra inspiración, ni reinventar, ni nada.
Con el tiempo no encontré entonces otro rótulo para mi mas que el de ladrona y encima una muy mala, porque como ya dije antes, jamás logré copiar nada con exactitud.
Todo lo que ha pasado por mis manos me lo he apropiado de tal forma que podría verse mi sello en cada dibujo que he hecho.
Durante un tiempo me enojé mucho conmigo, dejé de dibujar, porque la culpa de no ser todo lo creativa que debía ser, me hizo dudar tanto que dejé de dibujar. ¿Qué le pasa ahi a las pasiones, no?
Con la escritura, me pasó algo similar. Diarios y diarios, cuadernos y cuadernos, llenos de ideas, pensamientos, palabras. Lo escribía todo, todo el tiempo. Mi letra era horrible (bueno aún lo es) pero mis historias y mis cuentos me transportaban a todos lados.
Luego algo me detuvo y también dejé de escribir. Sentía que no tenía las palabras correctas, que no estaba siendo honesta con lo que narraba porque mi realidad era una cosa, y mis diarios íntimos eran otra. Quizás no tuve el valor de dejar grabado en piedra mi dolor o mi felicidad, no lo sé. Pero también dejé de escribir.
Sin dibujar y sin escribir. Castigada por mi misma. Por no estar a la altura de lo que se espera de una dibujante o de una escritora, fueron tiempo de silencio y de olvido. Tengo en mi memoria un par de baches sin imágenes, sin historias y sin recuerdos.
Por no sentirme a la altura de mi propia vara. Por no ser suficiente para mi. Me quedé sin pasiones. Sin diversión. Callando mi propio corazón y reprimiendo mis propios deseos. No mas colores. No mas palabras. ¿Por qué habrá sido así no?
Esto que escribo viene desde muy adentro, no es fácil poder ordenar y mostrar las sombras del alma sin caer en autocompasión o justificaciones innecesarias.
Entrando por la ventana de este relato, se me viene a la mente mi paso por el Profesorado. Antes de ingresar a la Carrera de Arquitectura ser Maestra de Niños era uno mis mas grandes deseos. Para no ser muy extenso este relato, la Universidad era la vara mas alta que había para mi y eso hice. Me recibí de Arquitecta a los 23 y hoy ejerzo mi profesión sin todo el amor y sin la pasión con que me guataría.
Respeto mi trabajo, pero no lo amo. Lo hago lo mejor que puedo, al fin y al cabo soy una profesional, pero sé que no hay pasión en eso.
Hace unos años atrás quise cumplir con mi sueño y cursé casi media Carrera del Profesorado de Nivel Primario. A mitad de camino algo volvió a detenerme, otra vez.
No estaba disfrutando estudiar a pesar de ser alumna ejemplar tal como lo fui de pequeña. Promedio diez y con 15 materias adentro lo dejé. Sin explicación. Sin poder ponerlo en palabras. Castigada por mi misma. Otra vez.
Aquello que está atrapado en mi alma siempre trata de salir a la luz.
He hecho mucha terapia, de la tradicional, de la alternativa la cual me ha cerrado muchas heridas (gracias Paula y Ornella por eso)
He visto series como «Mi otra yo» y luego leído libros como «Este dolor no es mío» he visto peliculas «Amar, Comer y Rezar» buscando explicaciones, respuestas (que quedarán para algún otro relato).
Al principio susurraba una voz muy bajita desde adentro hasta que se convirtió en un grito estrepitoso y ya no pude evitar volver a mis pasiones, a narrar historias, a hacer garabatos. No pude evitar volver a escribir ni a dibujar.
Hice un libro: El Tren de Clara que fue mi respuesta a todo esa algarabía que brillaba en mi interior. Un libro ilustrado que me llevó de vuelta a mi pasado y me sentó nuevamente frente a mis colores, a mis palabras.
Fui (y soy) muy feliz por haberlo logrado. A veces me olvido del valor que tiene, pero es realmente un logro. Publicar un libro ilustrado para niños amalgamó muchas cosas sueltas y llenó algunos baches vacíos de recuerdos de esos que hablaba al principio. Mucho en mi sanó de una manera impensada.
Nuevamente la pasión. Esa que me permito tener cuando me siento a dibujar o a escribir.
Después de mi primer libro me gané otros títulos, otras etiquetes. En mi nefasta necesidad de ponerle rótulo a todo, fui (y soy) Arquitecta, Escritora e Ilustradora.
De repente, estaba dibujando y escribiendo de nuevo. Mi sello: Mi propia filosofía y mi mirada sobre las cosas se podía ver y leer en mi arte. Todo era transparente. Todo era yo.
Esa luz que volvió a encenderse en mi interior podría haberse convertido en un fuego eterno, en pasión, pero no llegó. Algo nuevamente me detuvo.
En Pandemia nació Luz de Puelo, para los que no saben, tuve un emprendimiento (hoy en pausa) dedicado al Diseño y Confección de Cuadernos Anillados. Las tapas llenas de mis dibujos y mis ilustraciones eran la cara de estos cuadernos.
Como un sello que me viene persiguiendo sentí que no estaba a la altura de mi propio emprendimiento. Entonces, para alcanzar el máximo nivel posible me puse a estudiar.
Es lo que mejor hago, soy la de promedio diez ¿lo recuerdan? Estudié Marketing, Ventas, Producción, Photoshop, Estrategias de Mercado, Publicidad, Redes Sociales. Tenía que sentirme digna de mi emprendimiento. Una locura ¿No?
Un día me descubrí dibujando e imprimiendo agobiada, frustrada y enojada. Castigándome a mi misma. Metiéndome presión. No viendo el camino que estaba transitansolono estaba disfrutando de hacer lo que más me gustaba, solo los ojos puestos en una meta: El éxito. El tope de gama.
Siempre una meta alta por supuesto. Porque así tienen que ser las metas. Inteligentes, Medibles, Alcanzables y Realistas. Lo aprendí en Marketing.
Hoy pienso que convertir mi pasión en un trabajo fue un enorme error. Hacer cuadernos no fue divertido ni apasionante, más bien fue complicado y aburrido.
Tenía un hobby, más bien una pasión, y lo volví mi trabajo, porque nada mejor que trabajar de lo que nos gusta, entonces me quedé sin hobby y sin pasiones. ¿Cómo dejé que eso pasara?
No pretendo hablar de éxito y fracaso al lado de la palabra pasión. Poner la vara alta no es lo que está mal, sufrir para lograrlo ha sido mi error.
Terminé atrapada en un laberinto, en un bucle, que arranca con mis pasiones, luego llegan las dudas sobre mis capacidades (es porque soy de aries me dijeron una vez) y entonces comienzo a estudiar para mejorar, buscando confianza, seguridad y así finalmente darme el permiso de sentir que estoy a la altura de amar lo que hago. Una locura ¿no?
Entender que soy la dueña de mi propia vara y que puedo subirla, bajarla o tirarla a la mierda cuando se me de la gana tendría que ser mi nueva pasión.
Debo aprender (otra vez hablando de estudiar) a no ser tan dura conmigo misma. Puedo dibujar sin ser Picasso o escribir sin ser Saramago.
Necesito un nuevo mantra: Simplemente amar. Amar los colores, a disfrutar de las palabras sin pretender convertirlas en un negocio productivo y escalable. Amar y ser apasionada sin culpa, sin barreras, sin prejuicios, sin razonarlo tanto, poniéndole solo el corazón.
Hacer lo que amo sin tener el miedo o la culpa de no ser la mejor. Amar aquellas cosas que me hacen feliz sin sentir que no estoy a la altura. Amar con lo que soy, que ya es mucho y que tiene mucho valor.
Sé que se debe predicar con el ejemplo, pero no soy la mejor en esto de las pasiones.
Aún asi quiero decirles a todos y especialmente a mis hijos que sean verdaderos apasionados. (aunque sé que una parte de ustedes ya lo es)
Quisiera que no destruyan con objetivos ni con metas ni con nada aquello que aman. Que simplemente lo disfruten, lo cuiden, lo nutran, lo practiquen, lo mejoren, lo llenen de amor, lo despojen del miedo y las culpas y jamás le pongan una vara como castigo.
Las pasiones son un laberinto hermoso que nacen del corazón y a la vuelta de la esquina se cruzan a veces con la mente y nos llevan por caminos sin salida.
Está buenísimo querer superarse y hacer lo que nos gusta y hacerlo con pasión, ojo que no estoy diciendo que no.
Solo quisiera que el amor por lo que hacemos sea tan grande que no nos importe si eso que hacemos no está perfecto y quisiera que el miedo a no ser suficiente para uno mismo se quede en el fondo del océano y mientras tanto ir seguir nadando hacia la superficie en búsqueda de aire nuevo y luz.
Un abrazo y hasta la próxima.