Carta a mi viejo perro Rojo. Es la segunda carta de una Serie Epistolar sin estampillas. Carta de despedida a mi perro que se fue.
Mi querido perro. Amado Rojo:
Esta carta es para vos. Para despedirme. Para que quede por escrito y con algunas palabras que ya iré eligiendo aquello que nos ha unido en estos muchos años juntos.
Cuando nos conocimos ya eras viejito. No sé nada de tus primeros años, pero tu manera de estar en casa hablaba mucho de tu pasado.
Inmenso patriarca de esta familia, de grandes rastas rojas y de un andar gracioso, que hacía que tus orejas se balancearan al caminar. Estuviste en nuestras vidas por años, que pasaron casi sin darnos cuenta.
Te vamos a extrañar mucho Rojo, te voy a extrañar mucho amigo. Fuiste un gran perro, un gran compañero, de amor incondicional, inmensamente agradecido y fiel amigo.
Llegaste, después de haberte casi rescatado de la calle, un día de lluvia, empapado te acercaste, te vimos, te ví, nos conocíamos de tu otra vida y ya no pude resistirme.
Casi con vergüenza entraste a la casa, te sentaste pegado a la puerta y aún recuerdo que lamiste tus patas, como pidiendo disculpas por ensuciar.
Temblabas no sé bien aún porque, si de frío, de emoción de miedo. ¿Cómo adivinarlo?
Sereno y de un amor único que supiste darnos por años, creo que por casi nada a cambio. Un luchador excepcional.
Llegaste para enseñarnos del amor, de segundas oportunidades, de que es posible perdonar el abandono, de que es posible que te vuelvan a amar. Aún con el alma rota como la tenías volviste a confiar en la familia. Cuánto he aprendido de vos.
Imposible no decirte gracias por tanto y perdón por tan poco. Una sola caricia bastaba para que apoyaras tu cabeza en mis piernas y pidieras más. Tendría que haberte abrazado más. Tendríamos que haber jugado más. Hablado más. Pensé que ibas a ser eterno, pero supongo que 16 años para un perro son una eternidad.
Gracias por elegirnos, por elegirme, por luchar por tu vida, por querer permanecer con nosotros siempre, por ser, por ladrar cada día para recordarnos que ahí estabas, por comerte nuestros guisos y dejar los trocitos y después limpiarte el hocico lleno de salsa en la pared, gracias por todo Rojo.
Viejito lindo de mi corazón, paciente, luchador y silencioso. Que en el cielo de los perros te encuentres con tu amigo, con Ethan, y puedan juntos correr entre las nubes y hacer pozos y jugar.
Que tu cadera ya no te duela, que tu cuerpo ya no esté débil, que tus ojos vuelvan a ver el mundo, que nunca nos olvides, y que tu espíritu y tu corazón queden intactos.
Buen viaje viejo. Buen viaje.
Te amaremos por siempre.
Te amaré por siempre.
Carla