Desde Lago Puelo y con el Club Andino salimos a recorrer El Cordón el Derrumbe. ¿Te cuento?
Primer tramo de El Derrumbe. Lagunas Los Alerces desde Patriada
Una vez que conocés la montaña querés recorrer y más. La subida al Piltri me llevó no solo a la cumbre, sino a inscribirme en el Club Andino de Lago de Puelo. Va a ser un gran desafío y estoy lista para darme la oportunidad de hacer camino al andar, como dice la canción.
Ayer caminamos desde Puerto Patriada (Lago Epuyén) hasta la Laguna Los Alerces. De ahí fuimos a la Laguna Espejito y bajamos hasta El Desemboque en El Hoyo. Cruzando lo que se denomina Cordón El Derrumbe.
Éramos unas cincuenta personas, algunas que conocía y otras que jamás había visto. Salir en grupo estuvo genial cada quien a su modo, equipamiento, conversación, solidaridad, fuerza, condiciones físicas, edades. Cada quien con su mochila la de montaña y la personal. Todos subimos y todos bajamos.
Arrancamos a las 8 de la mañana en la Sede del Club y fuimos en colectivo hasta Puerto Patriada. El primer tramo hasta La Laguna arrancó subiendo, la pendiente por momentos me obligó a detenerme a respirar un poco (bueno, en realidad a respirar bastante) y a paso lento, siguiendo las indicaciones de los mas expertos, transité y subí por el camino.
Pleno de bosque y día nublado, bajo algunas gotitas de lluvia, algunos nos detuvimos en el primer mirador Las Frutillas. Con el Pirke a la izquierda, el Pilche al frente y el Cordón Cholila a la derecha enmarcan el Lago Epuyén.
Inmensas montañas que me hicieron sentir tan pequeña y parte del paisaje que teñido de gris, dejamos los senderos salpicados de puntitos de colores, entre camperas y mochilas.
De ahí el tramo hasta La Laguna Los Alerces fue más amable y me dio espacio para charlar sobre el bosque, sobre el crujir de los árboles, sobre el raleo y la batalla de los coihues que en la búsqueda de la luz van cayendo unos sobre otros y sólo los fuertes sobreviven.
También dio un respiro para charlar de otras cosas mas humanas, como mi signo, mi nombre, de que trabajo y curiosidades humanas de quienes recién se conocen. Incluso dio tiempo para escuchar el silencio.
La Laguna Los Alerces estaba preciosa trascendiendo la obviedad del bosque de alerces que la rodean, el viento dejaba en la superficie del agua un pequeño movimiento que acompañaba el ir y venir de los pastizales de la orilla.
Los mas entrenados llegaron antes. Las risas, los mates, las galletitas y los frutos secos no faltaron nunca, igual que las anécdotas de otras caminatas pasadas de las que espero ser parte próximamente.
El recorrido hasta la Laguna Espejito es abierto, ya no me pesó tanto la pendiente, las vistas panorámicas se llevaron toda mi atención, el camino tenía muchas piedras, que estaban bastante sueltas y hubo que regular la mirada entre arriba y abajo, para ver el paisaje y no resbalar.
A medida que avanzábamos los árboles quemados y los palos caídos se volvieron lo único para mirar. Uno de los tantos incendios, no sabría en que año, carbonizó todo a su alrededor.
Aún hay cenizas, la humedad levanta olor a humo y las zapatillas arrastran el polvo de aquello que seguramente debe haber sido un paisaje majestuoso.
El Espejito fue la segunda parada. Subimos a un mirador (algo escarpado por cierto) y frente al paisaje, entre grandiosas rocas que nos repararon del viento, tuvo lugar el almuerzo. Compartido, charlado, descansado, algunos de pie, otros sentados e incluso recostados, pasamos de frío a calor, de nublado a soleado, un mediodía de domingo totalmente diferente.
Si estuviera en casa estaría lavando los platos dijeron en broma, pero es así tal cual.
Como una hora después y pasando un laberinto de árboles y piedras nos fuimos a otro mirador para despedirnos del viento y emprender el regreso.
Segundo tramo de El Derrumbe. La Bajada del Desemboque.
Volver, no fue realmente volver, sino seguir recorriendo otros senderos para finalmente bajar al Desomboque donde nos esperaba el colectivo de vuelta.
Me compartieron un bastón que agradecí muchísimo. La bajada tardó en llegar y en zigzag fuimos bajando, varios miradores de por medio, arroyitos, árboles caídos, piedras sueltas y mucha tierra en el aire, mientras bajamos y bajamos.
El recorrido fue hermoso, en un momento salimos de tanta piedra y caminitos de cornisa (mi vértigo se portó bien) y nos volvimos a adentrar en el bosque, se sintió como haber entrado de nuevo en la civilización, a pesar de que estábamos en plena naturaleza. Esa seguridad de estar en terreno conocido, quién sabrá.
El sonido al agua, los árboles, otra vez contenidos entre la maravillosa vegetación patagónica fué el final del descenso en plena orilla de la Desembocadura del Río Epuyén en el Lago Puelo.
En el colectivo ahora, en parte con los ojos cerrados, cincuenta personas volviendo de una jornada compartida satisfechos del objetivo cumplido, pensando en la colosal montaña y en los pequeños desafíos.
Porque, detrás de las montañas, detrás del lago y la magia del bosque, detrás del otoño que ya se aproxima y la romántica caída de las hojas, detrás diría Serrat, detrás está la gente.
Gente, con sus pequeños problemas, sus pequeños temas y sus pequeños amores. Con sus pequeños sueldos, sus pequeñas campañas, sus pequeñas hazañas y sus pequeños errores.
Agradecida por esta bella jornada compartida, cada uno a su manera, cada quien con sus modos. Seguramente El Derrumbe ha sido un desafío y una aprendizaje. Feliz de este Crecimiento Personal para mi.
Nos vemos en la próxima aventura.
Por acá por Lago Puelo.
Abrazos.
Carla