Una bolita más (o menos), del montón.

Introducción

Este relato es parte de un ejercicio del Taller de Escritura de Viviana Nuñez Cabral. La consigna consistía en armar un escrito en donde debíamos incorporar 10 frases.

  • La bolita azul denuncia pobreza desde su modesta materialidad de plástico.
  • En el marco irregular de la ventana, se estremece.
  • Se esfuerza en ser.
  • Ser bolita, como una genuina japonesa de vidrio, o lecherita, como una pulida esfera de hueso.
  • De plástico y azul, ranurada visiblemente para la unión de dos semiesferas, producto de una fabricación indolente y seriada.
  • Una bolita más (o menos), del montón.
  • Como si no fuera bolita a pesar de su incuestionable redondez.
  • Ni japonesa ni de hueso, ni tampoco de acero, pero se esfuerza.
  • En la melladura de la madera, la bolita azul capta y refleja el brillo de la luz que entra por la ventana.
  • En sus sombras, en el manto azul de sus oscuros, confirma su esférica curvatura en los destellos humildes y ajenos.

Resultó ser después que estas frases corresponden a un Cuento de Viviana llamado «Como El Paraná» les comparto el link por si quieren leerlo.

Mi historia para esta tarea dice más o menos así:

Una bolita más (o menos) del montón

Hoy es jueves, un jueves cualquiera en donde el cielo está igual que siempre y la mañana no hace más que recordarme lo idéntico del ayer y lo rutinario del mañana.

Sentada frente a mi computadora, iluminada cual escena de película de amor, está la ventana.

Escucho una sutil diferencia con la ventana de ayer. Una chaqueta golpea el vidrio con desesperación. En el marco irregular de la ventana, se estremece. Su impotencia se vuelve la mía y no resisto verla sufrir. Conmigo ya es suficiente.

La cortina, algo arrugada y azul, podría convertirse en una trampa de muerte. Sería muy sencillo acabar con ella. Ponerle fin a su dolor. Una muerte rápida. Aplastada quizás. Mis manos están indecisas y no saben si seguir tecleando o aniquilar a la ruidosa chaqueta. Ella lo intenta. Se esfuerza en ser. Mis manos también lo intentan. Se esfuerzan por seguir escribiendo. El jueves todavía lo está intentando. Se esfuerza por ser igual al miércoles. Pero no podemos.

Subo y bajo la ruedita de mi mouse. De plástico y azul, ranurada visiblemente para la unión de dos semiesferas, producto de una fabricación indolente y seriada. Trato de concentrarme en mi trabajo. La pantalla va y viene. Va y viene la ruedita del mouse. La chaqueta va y viene también.

No soporto el zumbido. Su cuerpo de cintura de avispa y curvaturas redondeadas se ha metido detrás de la cortina. En sus sombras, en el manto azul de sus oscuros, confirma su esférica curvatura en los destellos humildes y ajenos. La chaqueta ha entrado por su voluntad o su ignorancia y caído en mi trampa imaginaria.

Me cuestiono nuevamente se sería capaz de matar. Si la conciencia me permitirá cargar de por vida con un homicidio tan sencillo. Ni japonesa ni de hueso, ni tampoco de acero, pero se esfuerza. Su cuerpo es frágil y además está indefenso. Su aguijón jamás podrá dañarme. Mis más oscuros pensamientos están a flor de piel. Nadie notará su ausencia. Una chaqueta más (o menos), del montón.

En mi mente comienza a sonar una canción ¿Qué otra cosa puedo hacer? Otro crimen quedará sin resolver. Gustavo (Cerati) siempre canta a esta hora de la mañana. Sólo que ayer los acordes de un Crimen Perfecto no tenían sentido. Pero hoy es un jueves diferente al resto de los jueves. La espera me agotó. No sé nada de vos. Tal vez me lo busqué. Mi ego va estallar. Ahí dónde no estás.

Un impulso libertino me traspasa y la chaqueta aferrada ya en mis manos envueltas en la cortina azul, está diciendo sus palabras finales. Atrapada entre el marco de madera y el vidrio. Por un microsegundo no sentí ni una pizca de compasión frente a su sufrimiento. Sin piedad acabo con ella y su cuerpo hecho una bolita ha quedado adherido al vidrio y tapado cual cadáver con periódicos de la calle, por el paño azul de la cortina.

En la melladura de la madera, la bolita azul capta y refleja el brillo de la luz que entra por la ventana. No debería dejarla ahí. Al fin y al cabo, es un cadáver. Aun se distinguen sus partes, a pesar de estar comprimidas como una esfera. Como si no fuera bolita a pesar de su incuestionable redondez.

Siento un dolor en el pecho. ¿Arrepentimiento? ¿Tristeza? Quizás su muerte podría haber sido más digna que esta bolita hecha por una cortina de tela ¿no? Morir, pero ser algo más. Ser bolita, como una genuina japonesa de vidrio, o lecherita, como una pulida esfera de hueso.

Quizás podría haberla dejado vivir. Mantener mi reputación intacta. Pero no. El silencio nuevamente ha llegado a este jueves. Sentada frente a mi computadora iluminada, cual escena de película de amor, está la ventana. Escucho una garrafal diferencia con la ventana de ayer. Otra chaqueta ha entrado a mi oficina y golpea el vidrio con desesperación.

La ruedita del mouse sube y baja, mientras se arrastra por mi escritorio trato de concentrarme en mi trabajo. Fijo mi mente en el ratón. La bolita azul denuncia pobreza desde su modesta materialidad de plástico. La chaqueta no va a detenerse.

Una muerte asegurada, entre un marco de madera y una cortina azul algo arrugada. Pobre insecto ha caído en mi ventana. Pronto será una bolita. Una bolita más (o menos), del montón.

Inspiración

Oficina en donde trabajo en el IPV. Inspiración con la ventana, la cortina azul y el marco de madera.

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