Momento histórico
Cada momento histórico del mundo dejan huella en nuestra vida. Los mundiales son cada cuatro años y esta es la historia de los mios.
De Mundiales
El fútbol es el deporte más popular en Argentina y por ende debería ser el más popular en mi familia. Sin embargo, en casa el deporte muy pocas veces fue parte de nuestras vidas.
No estuvo en la lista de actividades extraescolares, como sí lo aprender inglés, ir a dibujo y pintura, incluso un taller de corte y confección para mí (que declaro abiertamente no saber coser ni un botón) y clases de guitarra para mi hermano (que, si rindieron fruto, aprendió mucho y es muy bueno).
A pesar de tener menos deporte que una ojota, como dice el dicho, el fútbol ha dejado huellas en mi camino.
Recuerdo haber ido a la cancha con mi papá cuando era chiquita y con amigos cuando fui grande. La cancha es la cancha. No se puede describir ni con 100 renglones lo que se siente estando ahí con miles y miles de personas.
Bien podríamos ser de otro planeta o de otra religión o de otra conciencia política, pero que sin dudas cuando usamos la misma camiseta, gritamos las mismas cosas, puteamos al mismo árbitro y durante 90 minutos somos de la misma familia. Eso es lo indescriptible y no se vive en ningún otro lado que no sea en una cancha, ni siquiera en un recital, ni siquiera si el recital es dentro de una cancha.
Nací en 1976 y cuando tenía dos años, ya habíamos sido Campeones del Mundo. Se dijeron muchas cosas del Mundial del 78, que todo fue una mentira, que los militares tenían las cosas arregladas para que fuésemos campeones ¿Quién sabrá? Yo sólo tenía dos años y una pequeña historia de cómo mi papá me lanzaba por los aires de la felicidad de Argentina campeón.
Para el Mundial del 86, ya tenía 10, era más grande. México 86…aún puedo recordar la canción, incluso la mascota con su sombrero y todo. El épico gol de Maradona con la mamo contra los ingleses. La tele en el comedor. Mis abuelos sentados en sus sillones, mi mamá gritándole al televisor y mi hermano y yo llevando un paraguas celeste y blanco en la cabeza como si fuera un sombrero.
La vincha apretaba un poco, pero sino se nos caía. Salimos a la vereda cuando ganamos, envueltos en una necesidad de compartir la emoción con otros, con los vecinos y por un instante olvidamos que siempre nos ocupaban todo el tacho de la basura o que cuando baldeaban la vereda nos tiraban la mugre a la nuestra. Ellos olvidaron que nosotros escuchábamos música a la hora de la siesta y no los dejábamos dormir. Nos olvidamos de todo, aunque sólo fue por un instante.
Después se dijeron muchas cosas del Mundial del 86, que Maradona hizo un gol con la mano, que Dios es argentino ¿Quién sabrá? Yo sólo tenía 10 años y una pequeña historia de cómo el abuelo de Nery Pumpido vivía a dos cuadras de casa y estaba tan orgulloso que aún veo su sonrisa bajo los bigotes. Nos regaló una foto autografiada de su nieto a todos los nenes del barrio, aún la debo tener por ahí.
Italia 90 fue el Mundial que dejó huella. Perdimos. Alemania 1 Argentina 0 un penal nos dejó en segundo lugar.
Cebollitas Subcampeones. Otra vez se dijo mucho de este mundial. Ahora no estaba todo arreglado para ganar, sino que estaba todo arreglado para perder. ¿Quién sabrá? Yo sólo tenía 14 años y aunque en ese momento me sentía grande, sé que era pequeña. La canción de Italia 90 suena en mi mente Un´Estate Italiana. La cantábamos como si supiéramos el idioma.
En esa época, más exactamente el 10 de junio de 1990, estaba en mi escritorio dibujando la mascota del mundial. Una pelota de fútbol con cuerpo de persona hecho de cubos blancos, rojos y verdes (la bandera de Italia) que se troquelaban, imitando a un jugador. Era fácil de dibujar, en esos días todo lo hacía en hojas cuadriculadas. Eso me ayudaba con las proporciones. Hacía dos días habíamos perdido con Camerún, pero mi cabeza estaba en el Italpark.
El día anterior habíamos ido con mi mamá y mis amigas de la escuela. Mientras dibujaba, escuchaba un casete de Madonna y estaba literalmente pensando en los Parques de Diversiones, en el Pulpo, el Samba y el Matterhorn. Quién diría que el Italpark cerraría sus puertas exactammete un mes después.
Mis 14 fueron como una montaña rusa. A las 11 de la mañana de ese domingo, mi papá subió a mi cuarto y anunció la peor de las noticias del mundial. Habíamos perdido a mi abuelo Jeremías .Acababa de morir.
En.mi mente sólo puedo ver mis manos sosteniendo un lápiz rojo. La hoja cuadriculada y la mascota de Italia 90. Mi abuelo era español, sé que estaría muy defraudado si supiera que lo recuerdo cuando pienso en Italia 90 y ni hablar si supiera que perdimos 1 a 0 en la final contra Alemania, pero es casi inevitable, su muerte siempre vendrá de la mano del Mundial.
Se dijeron muchas cosas de mi abuelo, más de lo que se habló del fútbol en esos tiempos ¿Quién sabrá qué fue cierto y qué no? Yo solo tenía 14 años y esta pequeña historia de cómo mi abuelo falleció y cómo después de toda una vida de estar anunciando su propia muerte un domingo 10 de junio de 1990 tuvo razón.
El Mundial no se detuvo, ni siquiera Maradona usó la cinta negra que por duelo, esa que le ponen al Capitán. A los dos días de su entierro estábamos ganándole a la Unión Soviética. Nery Pumpido se fracturó un dedo y Sergio Goycochea ocupó su lugar.
El paraguas de Argentina ya no me entraba en los 90. Mi mamá todavía gritaba frente al televisor, mi abuela lloraba cuando terminó el partido. De hecho, ya estaba llorando antes que empezara y el sillón de mi abuelo estuvo vacío durante los 90 minutos.
A pesar de tener menos deporte que una ojota, como dice el dicho, el fútbol ha dejado huellas en mi camino. Después de Italia 90, los otros mundiales no han sido importantes para nada hasta que no hace mucho, exactamente el 18 de diciembre del 2022 a mis 47 años, ahora sí ya siendo grande, Argentina ganó su tercera Copa del Mundo de la mano de Lionel Messi.
Mi mamá gritó muy fuerte frente al televisor y espero que lo siga haciendo en Canadá 2026.
Pero ahora que soy yo la que ocupa el sillón de la casa y mis hijos (Simón de 16 años y Rebeca de 14) se sienten grandes frente a Argentina Campeón del Mundo.
Aún no tengo el valor para decirles que todavía son pequeños. Son mis pequeños y nadie les quitará jamás del corazón el celeste y blanco que tienen hoy en el alma.
