Como en todos los lugares mínimos en los mapas y máximos en el alma Lago Puelo todavía sigue siendo mi lugar en el mundo, sin embargo deseo tanto ser nómada como amo ser sedentaria. Las contradicciones parecen serlo todo. Este relato no es histeria femenina es simplemente una de cal y una de arena.

Todavía en Lago Puelo.
Todavía en Lago Puelo saludamos cuando vamos por la calle. Aún reconozco a cada una de las personas que hacen fila en el cajero. Sin embargo, no sé nada de sus vidas excepto lo que se dice de ellas.
Todavía podemos olvidarnos el auto abierto por las noches. Todavía puedo dejar el portón sin llave, con el auto afuera y con las llaves puestas. Sin embargo, vigilo a mi nieto de reojo cuando va corriendo directo al lago.
Todavía en Lago Puelo reparamos en el cielo por las mañanas y en las estrellas por las noches. Todavía sentimos el viento limpio en la cara, el frío en las orejas y en los pies. Sin embargo, no puedo dejar de temerle a los incendios forestales en enero, a las inundaciones de mayo ni a los relámpagos en septiembre.
Todavía tenemos hijos y nietos porque todavía hay árboles que trepar, cimas que alcanzar y murra para que se ensucien la lengua. Sin embargo, mi hijo mayor cumplió los dieciocho y se fue del pueblo para poder estudiar.
Todavía en Lago Puelo se nos corta la luz, nos quedamos sin agua, las calles son de ripio y están llenas de baches. Sin embargo, puedo leer con la luz que entra por la ventana, ir a buscar agua al arroyo, salir en bici y hacer barquitos de papel para los días de lluvia en el patio.
Todavía tenemos el Mirador del Lago, El Bosque de las Sombras y el Camino de Los Antiguos Pobladores. Sin embargo, me duelen las rodillas y extraño mucho cada uno de esos lugares.
Todavía en Lago Puelo está El Sechu dónde comprábamos chocolate después de las doce de la noche. Sin embargo, desde hace un tiempo sólo vamos por helado para nuestro nieto y galletitas para mi hija a las tres de la tarde.

Todavía están mi familia, mis amigos, mi memoria, mi fe, mi risa y el amor de mi vida. Sin embargo, aún terminamos de amarnos, de reírnos ni de llorar.
Todavía en Lago Puelo está la familia que vive en el Turbio. Todavía vamos para desconectamos del mundo y volvemos más acallados, con la mente quieta, la panza llena y los planes para el próximo encuentro. Esto no tiene ni un sólo sin embargo.
Todavía en Lago Puelo comemos las tortas fritas de mi vecina. Tomamos mate con mi amiga y pasa el Beto en bicicleta vendiendo bolitas de fraile. Todavía hay huevos caseros, tarta de frutillas y hongos para las comidas. Sin embargo, dejó de venir el sodero y el chico de las milanesas. También de hacer dulce y de juntar nueces.
Todavía anda Blanquita por la calle. Todavía teje en la parada del colectivo por la mañana y en la plaza por la tarde. Sin embargo, desde que perdió a la Chona – su madre – ya no es la misma.
Todavía en Lago Puelo escuchamos los pájaros, corremos los teros, sacamos a las bandurrias del techo, vemos anidar las oscuras golondrinas y nos emocionamos si aparece un cóndor en el cielo. Sin embargo, cuando les rezo o les pido un deseo aún no responden mis plegarias.

Todavía no sé cómo se quitan las manchas del pasto, ni cómo amasar pan. Aún no comí curanto, ni estuve en una señalada. Todavía no fui a ver ninguna jineteada. Sin embargo, ya tiré palitos al fuego para hacer una fogata y me abrí camino entre los mosquetales para llegar a un árbol de manzanas.
Todavía quiero hacer muchas más. Puelo es mi lugar en el mundo. Me quiero quedar en Puelo. No me arrepiento de haber elegido Lago Puelo para vivir. Todavía lo amo como el primer día. Sin embargo, me iría de viaje por el mundo en motorhome y no volvería.
Todavía en Lago Puelo sonríe el otoño. Todavía miro por la ventana cuando empieza a llover. Se caen las manzanas, las nueces, las almendras y se pudren los membrillos en las calles. Todavía cosecho mosqueta por la ruta. Aún tengo un pie en lo existente y otro en el hechizo que habita en el bosque.
Todavía en Lago Puelo sorprende el verano. El agua helada del lago, los mates en la orilla del Azul, las chaquetas, los tábanos. Todavía oscurece a las nueve y amanece a las cinco de la mañana. Está La playita, La pasarela, El pozón de la Perca y el Pozón de Cayún. Todavía puedo nadar y quedarme leyendo al sol.
Todavía en Lago Puelo estalla la primavera. Florecen los chochos y explotan las retamas. Todavía brotan margaritas y flores silvestres a los bordes del sendero rumbo a Gendarmería y a los Hitos.
Todavía en Lago Puelo calla el invierno. Hay nieve en Los Tres Picos. Aún quiero volver a la cumbre del Piltri. Aún no he subido al Currumahuida. Se congela el asfalto y las mangueras de los tanques de agua. Todavía uso gorro y bufanda.

Todavía latimos a corazón abierto y corre sangre por nuestras venas abiertas en cada rincón del Paraje Entre Ríos, en cada curva de Las Golondrinas, en cada subida del Cerro Radal. Sin embargo, Lago Puelo aún tiene secretos que quiero descubrir.
Todavía en Lago Puelo son incontables las cosas que hay para escribir este bello y único pueblo. Falta decir que su nombre significa Agua del Este. Falta hablar de los perros del barrio. Todavía les tengo que contar de las canciones de Flor. Todavía están mis viejos. Y están tus ojos y mi cuerpo que se estremece junto al tuyo aquí en Lago Puelo.
En Lago Puelo todavía cantamos, todavía pedimos, todavía soñamos, todavía esperamos. Es que suena Víctor Heredia por la radio.
En Lago Puelo todavía hay a Dios gracias, todavía. Es que suena Baglieto mientras escribo.
Todavía quedan más de cien palabras, más de cien motivos, que valen la pena. Es que ahora está sonando Sabina en mis auriculares.
Nos abrazo puelenses
Todavía con amor
Carla