Consigna
Este es un cuento inspirado en un ejercicio de un Taller de Escritura. La consigna consistía en escribir una descripción de un objeto que tengamos en nuestra cartera o algo así. El nombre El amor por ocho mil pesos es parte de una conversación que escuché a la pasada. Todo el bagaje para escribir historias están también en lo cotidiano y eso es lo maravilloso de prestar atención, observar y tomar nota. Espero les guste y me cuenten qué les pareció.
Elegí los bolsitos que llevo en la mochila y después de releer mi texto unas semanas después nació esta historia. El cuento original es en realidad un relato que estaba escrito en primera persona y siguiendo algunas sugerencias lo pasé a tercera. La verdad me encantó y quería compartirlo. El final surgió solo cuando cambié al narrador.
El amor por ocho mil pesos
Hace unos días Clara encontró entre las remeras que llevó a su viaje a Chile un bolsito plateado que creyó haber olvidado en Niebla.
No es que ella use muy seguido lo que hay ahí dentro, pero le gusta llevar cosas en la mochila por si acaso. En un primer bolso transparente le entran: Un peine por si se despeina (obvio), las carilinas por si no hay papel en el baño o de pronto estornuda o alguno de sus hijos estornudan. Un desodorante a bolilla porque ocupa menos espacio que uno en aerosol, un cepillo de dientes de esos que se doblan al medio y unos cepillitos interdentales por si acaso le ofrecen fetuchini al pesto y le quedan restos verdes pegados en los incisivos.
Una vez me contó que estaba en la casa de los ex suegros, era la primera vez que los veía, y sirvieron fideos al alioli y estuvo toda la noche fregando sus dientes con la lengua para sacarse los restos de albahaca, y el olor ajo le duró hasta el día siguiente. Desde ese entonces lleva cepillo de dientes a todos lados. Por las dudas.
Dentro del bolso transparente lleva otro bolsito más pequeño, forrado con lentejuelas plateadas, lleno de toallitas porque nunca se sabe cuándo es que se va a indisponer. Aunque ya debe estar cerca de la menopausia, las toallitas son también para su hija o para alguien que las necesite en algún lugar, una nunca sabe.
Junto a las toallitas lleva un par de tampones por si tiene que meterse a una pileta y justo está indispuesta. Ya sean ella o su hija o alguien de por ahí. Finalmente, para completar el combo de imprevistos lleva siempre unas curitas, por si se lastima o el marido se lastima o alguien por la calle se cae frente a ella y se corta una rodilla.
Una vez me contó que iba manejando y una chica de repente se desmayó en la vereda. Era muy temprano me dijo, no pasaba nadie, ni por la calle ni caminando. La chica estaba teniendo una convulsión y ella por suerte, llevaba una birome en su bolsito plateado y la usó para sacarle la lengua para afuera. Desde ese entonces lleva ese bolsito a todos lados. Por las dudas.
Casi no se maquilla en el día, pero en su bolso hay un brillo labial y un rímel por si se presenta una loca ocasión en donde tenga que verse arreglada. Para eso es el peine también (obvio), el cepillo de dientes y esas cosas que debe llevar una mujer que se considere como tal.
En el bolso plateado además de la birome contra las convulsiones, están sus auriculares por sí quiere escuchar música. Lleva también el líquido para limpiar los lentes que casi está nuevo porque siempre se olvida de usarlo y termina limpiándolos con la remera.
Dentro del bolsito plateado además hay dos rolones. Los descubrió el año pasado cuando acompañó a una amiga a hacer las compras a la feria. No había oído hablar de rolones hasta ese día. Por supuesto que hizo de cuenta que sabía de lo que hablaban ¿cómo no iba a conocer a los rolones? Son esas cosas que una mujer que se considera como tal tiene que saber.
En el puesto donde los vio por primera vez estaban ordenados por color. Pan comido pensó, la teoría del color es su fuerte. Rojo para el amor, azul para la tranquilidad, eso me dijo, obvio. Cuando destapó el envase y en la punta había una pelotita transparente, que más obviedad que pensar en un lápiz labial. Toda mujer que se considere como tal sabe de labiales. No quería pasar vergüenza, sólo se dedicó a escuchar y finalmente compró el rojo y el amarillo (son sus colores favoritos)
Continuaron caminando y su amiga comenzó a hablarle del palo santo, mientras se pasaba el rolón por el cuello y por las muñecas. Le contó que desde que usaba palo santo nadie se le acercaba mucho y estaba protegida de la mala onda. Ahí fue cuando se dio cuenta que obviamente no era un labial. Aunque podría haber sido perfectamente.
Al llegar a su casa, miró los frascos que había comprado. Además de decir perfume armonizador, encontró la leyenda rojo chacra sexual y amarillo plexo solar. ¿Qué mujer que se considere cómo tal no va a llevar en su bolsito plateado un perfume y un armonizador de chacra sexual?
Como dije al principio, Clara pensó que había olvidado su bolsito plateado en Chile, así Inmediatamente y cómo corresponde a cualquier mujer precavida trató de reemplazarlo. Agregó a sus cosas una nueva birome anti convulsiones y quiso reemplazar los rolones.
La vendedora la conocía, eso me dijo, yo no tengo idea de quién es. Pero que importa. En su mostrador había muchos rolones para elegir. Todos de oferta decía el cartel a ocho mil cada uno y dos por quince. Ella quería comprarse el del chacra sexual (obvio) pero es algo que una mujer que se considere como tal no puede permitirse.
Eligió el azul del chacra de la garganta, con la etiqueta que decía arte y uno verde del chacra del corazón, con la etiqueta que decía amor. Los agregó a su bolso transparente por las dudas le duela la garganta o el corazón, una nunca sabe.
Como les decía, Clara encontró hace unos días entre las remeras que llevó a Chile el bolsito plateado que creyó haber olvidado en Niebla. Los cuatro rolones son de ella, el rojo, el amarillo, el azul y el verde. Los lleva todos en su bolsito, es algo que una mujer que se considera como tal si hace. Ya les dije que están junto a las curitas, por las dudas que alguien se corte o el marido se lastime. Una nunca sabe.
Ella no hizo nada malo. El amor por ocho mil pesos. ¿Así dice el mensaje que leyeron en mi celular no? ¿No ven? Es el precio de los rolones. Si alguno de ustedes fuera una mujer lo entendería. Y lo que parece pegamento y ese olor tan fuerte en el auto es el aceite de almendras con la que se hacen los rolones. No sé qué más quiere que le cuente.
Clara es puro amor. ¿Ya puedo verla?
3 comentarios en “El amor por ocho mil pesos”
Que hermosa historia. Increible la chica del rolon. Jajaja te quiero
Que chica rara la del rolon
Excelente! Lo que toda mujer que se considere como tal debe tener … Solo lo imprescindible